domingo, 31 de julio de 2011

parte II


Me la pasaba escuchando las conversaciones con su querido amigo que exportaba jirafas de África, y siempre estaba acompañado de sus dos hijas pelirrojas de naturaleza apática las pobres. Su padre quería enseñarles a controlar el negocio familiar, pero en cambio ellas no, debido a que la caza de jirafas les parecía cruel, sin embargo a él poco le importaba esto y decidió donar un par jirafas de peluche al internado "La Fanciulle"; donde mi padre tenía la idea de enviarme junto con las pelirrojas. Al internado lo llamaron así, porque estaba inspiro en un cuento de hadas para niñas de buena familia.
Me acuerdo que mi mamá llorando, me apretó el encaje del delantal, y besándome en la frente me comunico, que a partir del mes próximo me iba al internado, en aquel entonces yo tenía 14 años; Para mí, fue una inmensa alegría saber que estaría lejos de mi familia asfixiante, pues siempre me sentí diferente a ellos, como un felino sensual concebido por una pareja de osos frenéticos que me causaban infinita repugnancia.
"EL DISCURSO DE ANDRÓMACA Y SUS CEREMONIAS"
Antes de llegar al colegio de niñas, viajamos durante 3 días en carruaje; Para no arriesgarme a ser por ellos visitada, trate de serenarme y soportar con clemencia las manifestaciones de afecto que me daban.
Pasando el umbral de aquel llamativo lugar, la directora sonriendo amablemente nos acogió, y tras presentarse nos invitó a su oficina, en ella me acuerdo habían sillones de cuero, la directora era una mujer de unos 60 años, considerablemente alta, su rostro estaba cansado y seco, quizás se debía a la exposición al sol. Me fije brevemente en sus rasgos, eran irregulares: Sus ojo oscuro y lejanos, la nariz ganchuda, y sus labios finos y sutiles, su cabello entrecano estaba sujeto por un moño, y traía puesto un vestido muy sencillo y ancho, por lo que no pude apreciar su figura, pero sí, que parecía iba a una conferencia de viudas frígidas. Sus movimientos eran serpentinos y elegantes, me la imagine desnuda, de esquelética contextura, cubierta de flácida piel sobre todo en las coyunturas. Se me hacía, que aunque su fealdad era evidente, tenía un extraño atractivo, por cómo se viste y expresa. Enseguida, deseé ser la predilecta de aquella mujer de voz viril en tonalidades bajas, y de expresión de orgullo en su cara.
Yo estaba bastante irritada pues los ositos frenéticos continuaban haciéndole la conversa, retrasando así la despedida. Mis padres con expresiones teatrales a mi parecer, conmovidos por la despedida me atormentaban, y para tranquilizarme, mentalmente contaba los segundos restantes… para la despedida grandiosa!

sábado, 30 de julio de 2011

V.M.18 (Isabella Santacroce)

alicia_distraída: V.M.18 (Isabella Santacroce)

V.M.18 (Isabella Santacroce)


Estoy traduciendo este libro muy interesante por ser bastante inusual, es básicamente una novela erótica de una corriente literaria llamada juventud caníbal, espero les guste:

"Diverso es el lívido original, de esos que golpean muebles y objetos. Pero este cenestésico talento, en mi padre estaba ausente totalmente, instigando a que viera solo la postura del cuerpo de mi madre...

 Los dos esposos estaba sincronizados en varias formas: Mi madre prefería pensar en sus mejores años, en tanto mi padre, la entretenía con poemas; su preferido fue escrito por el autor de Alicia la distraída, que narra la ridícula historia de un tiburón-serpiente, la misma que tenía por costumbre contármela interrumpiendo el flujo del aire durante fonación, para darle una funesta atmósfera a la historia.
Para aliviar mi aburrimiento, yo solía acariciarme el clítoris en secreto, y cuando por el placer llegaba a mi orgasmo, metía mi cabeza bajo la almohada. A veces, mientras miraba mi clítoris, me preguntaba en mi mente infantil si este instrumento del sexo, que parecía tan indefenso bajo la ropa interior, tenía la forma del  miembro masculino.
A pesar de su inclinación por la fantasía, mi padre era una criatura aburrida y ordinaria, por ello lo evitaba y al igual que la peste se quedó sin devotos, yo, deje de creerle.
Por las mañanas me daba mimos, o bien me frotaba contra el hueco de su estómago, o bien me abrazaba con sus esqueléticos brazos, y si no fuera porque sabía que a él le encantaba comer, le habría creído anoréxico. Yo en cambio, solía jugar con los vellos de su pecho y le susurraba al oído que era el mejor padre del mundo.
Aunque su delgadez me parecía repulsiva, me atraía la idea de examinar su microscópico pene, imaginaba su color y creía que el glande tenía diamantes incrustados...
Continuará en la siguiente publicación que haga.